Hoy quería escribir acerca de un
equívoco que vivimos con mi madre hace muchos años. Como les he contado, ella
era alegre y simpática, pero hubo un período de su vida, que se enfermó de los
nervios debido a que empezó a darse cuenta que no veía bien por tener cataratas
en un ojo. Fijó la idea de que se iba a quedar sorda y ciega y que era un
castigo de Dios. Vaya usted a saber las cosas de la mente humana.
Cuando esto empezaba, pues constantemente,
ella cerraba el ojo por el que veía a ver cuánto había progresado la catarata. Al
llevarla al oftalmólogo, éste me explicó que tenía una catarata incipiente, que
todavía no era necesario operar. Que era mejor esperar, pues como no había los
adelantos que hay hoy en día, tendría que tapar el ojo sano, porque sino vería
doble con un ojo operado y el otro con visión normal. Yo lo entendí
perfectamente, pero ella no, y cada día se ponía más preocupada, y
constantemente estaba haciendo la prueba de cuanto había avanzado su ceguera,
como ella decía.
Un día, parada en la puerta de la
calle, mirando a lo lejos, hizo la prueba, a ver si aún veía a lo lejos, y
luego se sentó en el portal, como ella acostumbraba.
En nuestro pueblo vivía un señor,
al que le gustaba un poco beber, no digo que fuera borracho, pero si que
empinaba el codo a cada rato y dio la casualidad que estaba pasando por frente
a mi casa cuando mi madre hizo su famosa prueba de visión. Parece que pensó,
que ella le estaba guiñando el ojo a él, pues comenzó a pasearse por la calle,
arriba y abajo, sin parar, como un adolescente enamorado.
Yo, que estaba adentro de la
casa, haciendo las cosas pendientes, veo a mi madre entrar, toda alarmada, que
me dice:
- Oye, mira hija, yo creo que
este señor se ha equivocado, pues no para de pasarme por delante, ya ha pasado
como cuatro veces.
Y pues si señor, claro, como no iba a pasar, si ella le
guiñó el ojo varias veces, jajajajaja.
Todo quedó ahí, pues nuestro vecino que era simpatiquísimo,
empezó a bromear con ella y como era amigo del galán paseante, lo llamó y le
explicó lo que pasaba.
Siempre bromeábamos
con mi madre, y él le decía, a ver, no se haga la bobita, que usted le estaba
sacando fiesta, jajajajaja.
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