La Habana, mi linda Habana

La Habana, mi linda Habana

domingo, 28 de febrero de 2010

MÁS DEL VALLE

Quedé en seguir contando acerca de San Diego, pero algo inesperado me lo impidió, me entró en el ordenador un troyano, que me bloqueó todo el equipo, además de dejar a McAffee sin armas, después de poner en cuarentena al dichoso Fake Alert, una desgracia que padecemos todos los internautas a menudo. Bueno, con una tremenda frustración, que me hizo volcarme en limpiar y limpiar como una loca, pues nada de lo que hacía volvía a la vida mi adorado portátil, y después de pedirle a Dios ayuda múltiples veces, se me encendió el bombillito y me acordé que se podía poner el ordenador como salió de la fábrica con la copia de seguridad que hice al iniciarlo la primera vez, y me di a esa tarea. Por cierto perdí muchas cosas y mis fotos, pero como las tenía en Internet fueron fácilmente recuperadas. Ahora vuelvo a contarles recuerdos de mi juventud y niñez, ya que pude solucionar, a Dios gracias, el problema. Aunque creo que me quedó manifiesto que el gran amor de mi vida es el ordenador, vivo tan enamorada de él, que lo necesito para estar tranquila y feliz.
Bueno, sigo contándoles de San Diego. Mi abuela Peché tenía un chofer de alquiler que la llevaba cada día hasta la estación del ferrocarril para tomar el tren que la llevaría a La Juanita donde estaba su escuela rural, ese chofer, no se me olvida, se llamaba Alejandro y tenía un coche antiguo, de esos que en Cuba le dicen Tres patás, porque andaban a patadas limpias. Aquel viaje diario hasta la estación de ferrocarril que distaba unos dos kilómetros de la casa, duraba alrededor de una hora, porque el cochecito se rompía y había que empujarlo. Recuerdo un día que fui con mi abuela y no podía aguantar la risa, para mí era una aventura divertidísima todo aquello.
Mi abuela amaba su trabajo de maestra, y a él se dedicaba con mucha ilusión, una vez llegó muerta de la risa, pues un guajiro, padre de uno de sus alumnos fue a verla indignadísimo, porque decía que él mandaba a su hijo a la escuela a que le enseñaran la leyenda y la escribienda pero no malas palabras, como singular y plural. En medio de la risa por el cuento, ella sintió una gran desazón, porque el atraso en los campos de Cuba era tanto que había que lidiar con la ignorancia de los guajiros a cada rato. Además, también a menudo se le desmayaban los niños que iban a la escuela descalzos, y como ella ya sabía que lo que tenían era hambre, pues mujer precavida al fin, siempre llevaba una lata de leche condensada y galletas para darle a los desmayados, enseguida los niños revivían y seguían aprendiendo.
Las noches en la casa de San Diego eran también dignas de contarse, imagínense que toda mi familia materna incluyéndome por supuesto, padece de pesadillas y además hablan solos.
Mi padre que tenía un oído muy fino, casi no podía dormir en San Diego, decía que se pasaba la madrugada oyendo como rechinaba la madera del techo antiquísimo de aquella casona, y temía que le cayera encima. Pero cuando el sueño ya lo vencía, pues empezaba la función, primero mi tío, empezaba a gritar y a darle piñazos a mi tía dormido, hasta que mi tía lo despertaba. Entonces todo volvía a la tranquilidad, y mi padre trataba de volver a conciliar el sueño. Pero una hora después empezaba mi tía abuela Cosette a gritar también con una pesadilla en el otro cuarto aledaño al de nosotros, y así era cada noche, sino era uno, era el otro, en fin, una función completa. Recuerden que los tabiques no llegaban al techo, y el ruido pasaba como si todo el mundo estuviera en el mismo cuarto.
En el pueblo se conocían todos y se visitaban muy a menudo, o bien se veían en el parque a donde se iba a pasear y a coger fresco en las noches calurosas. Las familias eran conocidas por el apellido, así me acuerdo de Las Palomeque, Las Navales, Los Parjús, Las Ibáñez, y Las Campa, que eran mi abuela y mi tía abuela y el resto de la familia.
De Las Campa, tengo unas cuantas anécdotas chistosas que contaré después. Solo me resta desearles buenas noches.

jueves, 18 de febrero de 2010

La casa del valle

 Mis 10 años fueron celebrados en la "casa del valle", a destacar los tabiques de madera de las paredes.

Hoy se me ha ocurrido escribir acerca de mi familia materna. En verdad era una familia muy típica cubana de un pueblo del interior del país. Mi abuelo materno era de una familia asturiana de apellido Cué, pero él mismo había nacido en Jaruco, un pueblo de la provincia Habana. Mi abuela era natural de Esperanza, en la provincia de Las Villas. Ambos se conocieron cuando él fue a trabajar de médico al pueblo donde vivía mi abuela, que era San Diego del Valle, cerca de Esperanza.
Es precisamente ese pueblo el que recuerdo en mi niñez como un lugar lleno de alegrías para mi. Mi abuela y su hermana tenían nombres rimbombantes, muy propios de personajes de novela: Aurora de las Mercedes, y Carmen María de la Paz, respectivamente. Pero nunca fueron conocidas por ese nombre, eran para la familia y para todo el pueblo, solo Peché y Cosete. Mi abuela tuvo tres hijos, el primero, Gustavo Isacc, luego mi madre, Dora María Caridad, y después la otra hija Olga Regina. Mi tío Gustavito, como era conocido por todos era el mayor. A mi madre le decían Dora, pero mi tía Olga nadie la conocía sino era por Vica. Como ven esos nombres de novela no cumplían ningún cometido, solo aparecían en los papeles legales.
Mi tío Gustavito era el telegrafista de San Diego, y por eso le adjudicaron la vivienda destinada al responsable del correo. Era esa vivienda, la que llamo "la casa del valle". Para mi era muy querida ya que la visitaba dos o tres veces al año, en las vacaciones de verano, por año nuevo y en semana santa, casi siempre. Era un caserón de madera, con techo de tejas, y en la época de mi niñez ya era una edificación centenaria. Las paredes interiores eran tabiques que no llegaban al techo, y con rendijas entre una tabla y otra. Tenía 4 habitaciones grandes, una sala, un comedor, un patio techado donde estaba la cocina y otro al final lleno de flores donde estaba el pozo de agua y el baño, fuera de la casa. Se me olvidaba nombrar el portal, la casa hacía esquina, y estaba construída en bloque con varias casas más y el correo, solo separadas por una pared de madera, el portal de todas estaba unido, dándole vuelta a la esquina y siguiendo por la otra calle.
Al principio el baño era un excusado o letrina, usado corrientemente en el campo en Cuba. Pero con el pasar de los años lo hicieron moderno, con ducha y un inodoro o váter, aunque se mantenía fuera de la casa. Mi madre siempre me bañaba en un platón, dentro de la casa, que era como una palangana pero lo suficientemente grande para que un adulto pudiera bañarse en ella. Para mis necesidades siempre tenía un orinal, y este atraso me maravillaba, cosas que tienen los niños.
En esta casa tenían animales a granel,una cotorra, tres perros, dos gatos. El perro más famoso se llamaba Felipito, y la cotorra que hablaba muchísimo, le decía: Felipitoooooooo, ven, viejo, ven. Y lo repetía constantemente. Cuando tocaban a la puerta, la cotorra siempre decía Vaaaaaa. La pobre vivió muchos años, hasta que tuvo la mala suerte de caerse del palo donde vivía y se la comió un gato.
Felipito también fue longevo y su muerte la lloraron como la de un familiar. De los gatos no tengo mucho que contar, solo que me arañaron una vez y creo que los echaron de la casa.
La familia era grande, muy unida, y gente muy simpática de muchos amigos. Las tertulias en el portal eran hasta altas horas de la noche, haciendo cuentos, y venían visitas de todo el pueblo.
Yo me dormía tardísimo, pues en las visitas venían incluídos los niños y jugábamos hasta tardísimo en el portal. Claro que caía rendida después de jugar a "los escondidos", al "arroz con leche", "a la rueda,rueda", y muchos juegos típicos de los niños de Cuba en esa época.
Mi abuela era maestra de escuela rural, y trabajaba en Cifuentes, en una finca llamada La Juanita. Cada vez que visitábamos San Diego la familia entera iba a La Juanita a ver la escuelita de Peché y a visitar a la familia dueña de la finca que eran muy amigos. A mi nunca me ha gustado mucho el campo, prefiero la playa, pero allí la pasaba de maravilla. No quiero decir en La Juanita, sino en San Diego, donde tuve muy buenas amiguitas, en especial una que se llamaba Lourdes y cuya amistad disfruté hasta que fuimos adultas y ya no visité más el pueblo de mi madre.
Pienso que toda esta familia tenían antecedentes españoles, porque los apellidos no eran los comunes en Cuba. Mi abuelo se llamaba Isaac Gustavo Cué y Elorza y mi abuela Aurora de las Mercedes Alvarez de la Campa e Illance. Los de mi abuelo son típicos asturianos, los de mi abuela ni sé de donde serán.
La tía de mi madre no tuvo hijos, y yo la llamaba Cotete, trabajaba en la oficina de Sanidad del pueblo. Según los cuentos de mi madre, tuvo un único novio que se casó con ella después de un noviazgo super largo. Imagínense que a mi madre y su hermana cuando eran niñas las ponían a jugar delante de los novios para que los cuidara y no hicieran cosas incorrectas, y mi madre se casó primero que ella. Entonces no es de extrañar que no tuviera hijos pues el esposo era un español mucho mayor que ella y el matrimonio duró poco tiempo, al morir él. Sin embargo, no fue una viuda amargada ni mucho menos, era alegre como un cascabel y acogió a los tres sobrinos como hijos propios. Más nunca se volvió a casar, aunque pudo haberlo hecho, pues era una mujer bonita.
Tengo anécdotas de cuando todos nos reuníamos, pero las dejaré para otro día, porque creo que ya he escrito lo suficiente para no cansar a nadie.

viernes, 12 de febrero de 2010

Llegó el carnaval

Semana de carnaval en el colegio de mi nieta. Viéndola como se preparaba con mucho embullo para ir a celebrarlo con sus compañeritos de aula y su maestra, recordé muchas cosas lindas de mi niñez.
Déjenme contarles que en estos tiempos difíciles de crisis económica, los maestros han simplificado la celebración de los carnavales, pues no todos los padres pueden comprar disfraces, así, pues han tenido una iniciativa muy original para celebrar el carnaval con pocos recursos económicos. Los niños fueron el lunes a clases con un adorno en la cabeza, vi pelucas, orejas de Mickey, cascos, y cuanto adorno los padres pudieron inventar. El martes fueron con adornos en manos y pies o en las muñecas y los tobillos. El miércoles con la cara pintada de colores. El jueves vestidos con la mayor cantidad de prendas de ropa posible del mismo color y el viernes con todas esas cosas juntas puestas y un instrumento musical ruidoso para desfilar por el patio del colegio. Mi nieta iba muy contenta aunque al final tuvo un percance, pues la maraca que llevó, que tenía pintado el nombre de CUBA, se rompió, y su mami le había pedido que la cuidara porque era un recuerdo que habíamos traído de nuestro país. Ahí mismo se formó, cuando ella vio que se había roto, era un mar de lágrimas y toda la pintura de la cara se le corrió, se imaginan que desastre de disfraz, jajajajaja. Al final la madre le aseguró que no importaba,que tiraban la maraca y que ya habría tiempo de traer otra de Cuba. Menos mal porque sino corría el riesgo de deshidratarse ya que es muy dramática, de seguro que esa trabajará de artista.
Como les decía, todo este trajín me trajo recuerdos de cuando yo viví esas experiencias. Mientras fui pequeña siempre celebrábamos los carnavales en el colegio donde estudiaba. Primero estudié en una escuela pública de mi pueblo, Rancho Boyeros, donde mi abuela Virginia era la directora. Allí tuve unas maestras magníficas, pero solo hasta segundo grado. Resulta que mi prima y yo, las dos nietas de la directora de la escuela, sacábamos muy buenas notas, siempre cogíamos el premio que daban en aquella época que se llamaba "El beso de la Patria" con los primeros lugares del aula. Por supuesto, enseguida surgió ese gran defecto humano que se llama envidia, y empezaron los comentarios de que cogíamos esas buenas notas por ser las nietas de Virginia. En vista de eso nuestros padres tomaron la decisión de cambiarnos de escuela y así entramos las dos en el Instituto Edison , escuela privada que estaba en el barrio de La Víbora en La Habana. Allí seguimos obteniendo las mismas calificaciones sin ser nietas de la directora, y pudimos obtener una educación magnífica, pues era una de las mejores escuelas de La Habana. Todas mis maestras excepto la de tercer grado, de la cual escribiré en otro comentario,eran unas profesionales admirables, y la base de mi educación fue magnífica. De esta escuela tengo recuerdos muy bonitos, allí los carnavales se celebraban por todo lo alto, montaban un parque de diversiones en el patio de la escuela, y todos los alumnos iban disfrazados con disfraces preciosos. Tuve muchas amigas y amigos en esa etapa de mi infancia.
Creo que tuve una niñez privilegiada, pues era hija de un matrimonio muy bien llevado, y que me dio toda la atención y el amor que necesitaba. Mi padre, que para mi fue además de padre, un amigo, era médico, psiquiatra y mi madre era ama de casa. Fueron novios muchos años, mientras mi padre terminaba la carrera de medicina, la que fue interrumpida en dos ocasiones por el cierre de la Universidad de La Habana. En esa época Cuba sufría bajo la dictadura de Gerardo Machado y para evitar las protestas estudiantiles cerraban la Universidad. Pero el noviazgo duró los 7 años que él estuvo estudiando, de lejos, pues ella vivía en Las Villas, en San Diego del Valle, un pueblito de campo del municipio Cifuentes, y solo se veían dos o tres veces al año.
En mi casa todo eran risas, alegrías y felicidad, por lo menos a mi eso me parecía, de seguro también ellos peleaban, pero nunca lo hicieron delante de mi.
También tuve desdichas, la primera fue el empezar a perder la audición, que para un niño de 8 años es una tragedia griega. Pero las desdichas se las cuento en otra ocasión, porque creo que ya di bastante muela. Buenas noches al que me lea, y si no me lee nadie, pues no pasa nada...

jueves, 11 de febrero de 2010

¡¡¡Qué fríooooo!!!



¡Que frío hay en Asturias! Estamos en 0º, y caen pequeños granizos, y algunos copitos de nieve, porque aquí no nieva mucho ni muy a menudo. Alguien podría decirme: ¿Frío con 0º? ¡Que va, estás equivocada! no sabes bien lo que es el frío, pero bueno, para mi que nací en un país tropical, eso es un frío que pela. Los cubanos nos emocionamos cuando vemos nevar, cosa que solo conocíamos por las películas y a mi personalmente me encanta salir bien abrigada a dar paseos por la ciudad cuando hay mucho frío. Hoy precisamente dimos un lindo paseo por Oviedo, mi consuegra, una amiga y yo. Entramos en un pequeño bar a descansar y conversar y allí nos tomamos un vermouth Martini que nos calentó un poco para seguir en la caminata. Es una costumbre asturiana, salir de tarde a tomar el vermouth o un café, y compartir con los amigos un rato agradable.
Terminamos visitando El Corte Inglés, donde nos compramos alguna "pacotilla". Si quien me lee es cubano, pues entenderá enseguida que quiero decir, si no lo es, pues le explico que pacotilla es una cosa que no tiene mucho valor.
Tengo un defecto que pienso que no sea muy grave, y es que me encanta ir de compras, no soy compradora compulsiva, pero cada vez que estoy con el ánimo un poco bajo, salgo a las tiendas, y aunque no me compre nada, me entretengo viendo las cosas lindas. Me imagino que eso será porque en mi juventud no pude hacerlo. En Cuba, con las limitaciones económicas y las grandes necesidades del pueblo, se podía comprar solamente lo que a uno le tocaba por la libreta de abastecimiento de productos industriales. Un par de zapatos, 3 metros de tela, un vestido, una falda, una blusa y un abrigo,anualmente. Además no se podía ir de compras cuando uno quisiera sino el día que le tocaba comprar. Recuerdo que los centros de trabajo le daban a las trabajadoras la tarde de ese día libre para que pudieran adquirir las cosas necesarias para la familia, pues las tiendas cerraban a la misma hora que los demás trabajos.
Mi libreta de abastecimiento era del grupo de la C1, las había de la A, B, C, D y no recuerdo cuantas letras más, pero la verdad que uno al cabo de los años piensa que eso es increíble, que le programen a uno hasta el día en que puede ir a comprar.
Luego de ir a las tiendas el día que le tocaba a uno, con suerte encontraba algo que le sirviera y le gustara. Muy contento se iba uno a casa, para estrenarlo el fin de semana, y ay sorpresa, cuando salía a la calle con su estreno se encontraba otras 20 mujeres vestidas con la misma prenda. Eso me hizo aprender a coser desde joven, y hacía inventos maravillosos, con vestidos viejos de mi madre, aprovechando las telas de buena calidad que ya no había en Cuba, me hacía diseños originales, y a todo el mundo le decía que eran "de afuera", es decir de los Estados Unidos que era de donde venían las cosas lindas a Cuba. En realidad no mentía, pues eran de afuera, de afuera de mi casa, pues yo cosía en el patio, jajajajaja.
Este paseo del día de hoy estuvo lleno de curiosidades, pues mi amiga es muy conversadora y comparte con las dependientas de las tiendas muchos detalles de su vida, la de hoy la oyó cantar una de las canciones que ella compone y recitar un poema hecho por ella, pues tiene facilidades literarias, acaba de terminar su primera novela y está muy entusiasmada con ella. Yo espero ansiosa a que me la dé a leer.
Ahora ya son las 12:00 de la noche y comparto con ustedes este comentario, les deseo que descansen y duerman bien, porque yo, ya me voy a la cama.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Todavía me pregunto que escribiré, pero ya estoy decidida a comenzar

Hoy es miércoles, un día frío en que a uno le apetece estar en casa bien abrigadito, haciendo lo que más le guste hacer y aprovecho para iniciar este blog, sin todavía tener idea cierta de lo que quiero escribir en él.
De momento solo escribiré anécdotas y cuentos que me vengan a la mente y que quisiera compartir con mis amigos, ya que hay que empezar por algo, y quiero utilizar mi tiempo en labores creativas, ahora que he llegado a una etapa de la vida en que mis hijos crecieron, se independizaron, nacieron mis nietas y ya van creciendo lo suficiente para dejarme tiempo para realizar este tipo de actividad.
Me gusta mucho leer y por supuesto como todo aquel que disfruta un libro y se ve involucrado en las historias que cuenta el mismo, algunas veces he pensado en escribir uno. Mis tentativas literarias solo se limitan a pequeños cuentos que escribí mientras estuve en el colegio y a otros que se me ocurrían cuando ya tenía mis niños nacidos.
Quiero comentarles que tengo una imaginación muy desarrollada, y que aunque la vida me jugó una mala pasada, al dejarme deficiencias auditivas desde niña, puedo al ver un paisaje hermoso escuchar en mi mente una linda melodía, entonces ¿no creen que mi imaginación es buena?.
Bueno, un saludo caluroso para quien tenga la paciencia de leer lo que se me ocurra escribir aquí.