La Habana, mi linda Habana

La Habana, mi linda Habana

viernes, 21 de mayo de 2010

Mi familia paterna. Los Martínez de la Cerda.



Los Martínez         



 

 Los De la Cerda





   Tía Lala y Cucú, mi tía abuela y mi prima. 





 Atutita, la bisabuela
Hoy le toca el turno a mi familia paterna, los Martínez de la Cerda. Era una familia de La Habana, por lo tanto más cosmopolita y que vivía con más comodidades que la de mi madre que era de un pueblo de campo.
Mi abuelo, Antonio Santiago Martínez Rodríguez era hijo de un emigrante asturiano, de San Román, que había llegado a Cuba a mediados del siglo XIX. Poco después se casó con una cubana, Calixta Rodríguez natural de Regla y tuvieron 5 hijos, una de las hijas nació también en Asturias. Este matrimonio mantuvo siempre las tradiciones asturianas en la familia, y mi abuelo, a pesar de no conocer España siempre se dedicó a fortalecer las labores de la colonia asturiana en La Habana. El fue vocal de la junta directiva del Centro Asturiano de La Habana muchos años, y personaje muy conocido y querido entre ellos. En mi   casa siempre se disfrutó de la Sidra El Gaitero, que se la regalaban a mi padre los asturianos del Cerro que además de pacientes eran amigos. La fabada estaba presente en nuestra mesa muy frecuentemente, las croquetas eran hechas de la misma forma que en Asturias, cosa que pude comprobar muchos años después al emigrar a esta provincia española. Mi abuelo Antonio, para mí, Papó, era torcedor de tabacos habanos en una fábrica habanera. Recuerdo de él que era una persona muy jovial y pintoresca, hacía poesías, contaba cuentos, coleccionaba envases de cristal, no sé si con idea ecologista o sólo por afición y para mí era muy querido. Cuando lo conocí, ya él no trabajaba, era un jubilado, pero como buen cuentista, me pude enterar de todas las peripecias de su vida. Hizo sus pinitos hasta como político, se postuló para representante, aunque no salió electo, y fue también consejero de educación del municipio dónde vivíamos.
Mi abuela Virginia de la Cerda, o mejor PROTA Virginia de la Cerda, nombre que nos causó mucha risa cuando lo conocimos, y que ni ella misma sabía que era su nombre, hasta que un día sacó una inscripción de nacimiento, que parece que en aquella época no se usaban mucho, porque ella se enteró del nombrecito cuando ya era mayor. No puedo olvidar la cara de mi abuela cuando conoció esto, le parecía algo increíble, llamarse Prota, jajajaja. Como ven en aquella época era una gracia ponerle a los niños nombres tan horrorosos como Petronila o Prota. Virginia era hija de cubanos, el bisabuelo de La Cerda se casó dos veces, la primera vez tuvo 3 hijas, Virginia, mi abuela, que era la mayor, luego Cesarina, y Georgina. La bisabuela murió muy joven cuando las tres niñas eran pequeñas, y mi abuela me contaba que ella tuvo que hacerse ama de casa a los 7 años, su padre le fabricó un banquito para que pudiera cocinar pues no llegaba a las hornillas. Creo que eso fue lo que contribuyó a que ella tuviera un carácter tan fuerte, pues se convirtió de niña en mujer, teniendo las responsabilidades de una casa y la crianza de las hermanas. Cesarina vivió muchos años, y tuvo muchos hijos, pero Georgina murió joven también como su madre. El bisabuelo de La Cerda se volvió a casar al poco tiempo de morir su esposa, con una vecina joven que se llamaba Virginia también. Mi abuela me contaba que enseguida empezaron a llegar los bebés de nuevo, y entonces nacieron sus otros hermanos, pero ella siguió con sus obligaciones, ayudando a criar a los cuatro que nacieron de este matrimonio. Todos fueron muy unidos, en realidad se querían muchísimo, y todos le decían a mi abuela “Nené” que era para ellos como una segunda madre. Atutita que así bautizamos a Virginia la bisabuela nueva, era una mujer muy buena y cariñosa, y todos los nietos, los de ambos matrimonios le decían Abuela.
A pesar de sus obligaciones en la casa, mi abuela estudió y se hizo maestra, tenía una sólida cultura, y carácter muy fuerte, asi cuando yo era pequeña la conocí como directora de la escuela primaria de Rancho Boyeros, que se llamaba General Alemán.
La vida no la trató muy bien, y era amargada, aunque tenía un buen sentido del humor. Tuvo la desgracia de perder a su madre siendo niña pequeña, y luego la vida no la compensó, porque perdió a su esposo y a sus dos hijos jóvenes, y ella vivió hasta los 80 y tantos años, con mente lúcida y muy dispuesta para hacer de todo.
Tenía grandes habilidades, sabía coser, bordar, cocinar, era una repostera magnífica y en la costura hacía hasta un traje de hombre si se lo proponía y todo de forma autodidacta. Pintaba muy bonito, estudió en la Academia de San Alejandro, de dónde salieron todos los grandes pintores cubanos, hacía modelados con cerámica fría, en fin todo lo que se proponía salía de sus maravillosas manos. Un día nos contaba que mi abuelo tenía un pantalón hecho con una tela que se estiraba mucho, y se iba a trabajar con él, y cuando regresaba, pues venía con el pantalón arremangado porque se había estirado. Ella pacientemente le cogía el dobladillo, y cuando se lo volvía a poner pues pasaba lo mismo. Hasta un día que se decidió a zafar todo el pantalón y con la tela le hizo un traje de chaqueta a mi tía, y le sobró, no sé si era exageración, porque sacar de un pantalón un traje completo, jajajaja, pero bueno, nos reíamos con sus cosas.
Virginia y Antonio tuvieron dos hijos, primero mi padre Mario Antonio Martínez de la Cerda, y luego una niña que se llamó Georgina en honor a la hermana de ella muerta, pero que siempre fue conocida por Nina, mi querida tía.
Nina y Mario se querían muchísimo y eran muy unidos. Nina era maestra hogarista, y trabajó años como maestra de preescolar. Y mi padre, como ya les he contado se hizo médico.
Al pasar los años, mis padres se casaron y salieron de la casa familiar para vivir en una casa al lado que se comunicaba por el patio. Nina se casó y siguió viviendo con mis abuelos. Mi tío político era un hijo de español, que era oficial de la Marina, se llamaba Gonzalo Eduardo Mora, y yo siempre le dije Pepén. Para mí fue un tío verdadero, y lo quise siempre así. Ellos tuvieron a Teresita mi única prima, que para mí siempre ha sido como una hermana. De pequeñas nos vestían iguales, nos compraban los mismos juguetes, y como buenas hermanas pues no dejábamos de pelear continuamente. Yo no tuve hermanos, y ella tuvo una media hermana por parte de padre pero bastante mayor que ella. Así que pienso que para ella yo también fui una hermanita.
Ahora dejo este comentario, para descansar yo y hacer descansar a cualquier posible lector, ya que cuando empiezo a escribir, pues parece que me han puesto un motor a propulsión, y mis dedos corren por el teclado a gran velocidad. Un hermoso día les deseo a todos.