La Habana, mi linda Habana

La Habana, mi linda Habana

martes, 22 de noviembre de 2011

JUANA LA LOCA, Y FELIPE EL HERMOSO


JUANA LA LOCA, Y FELIPE EL HERMOSO

Hoy les voy a contar una historia tragicómica, pero real que vivimos hace  muchos años, y que por el peculiar sentido del humor de mi padre nos hizo trazar un paralelismo entre la historia de amor de Juana la Loca y Felipe el Hermoso.
Resulta que mis padres tuvieron un matrimonio amigo al que apreciaban sinceramente y que sentían como familia propia. Era un matrimonio ya no muy joven, que no habían podido tener hijos.
Un día, llegó la noticia de que ella estaba embarazada, ya con más de 40 años, y la sorpresa fue mayúscula porque en todos los años de matrimonio que llevaban, era ese su primer embarazo. Por la edad era un embarazo de riesgo  pero ellos con su inmensa felicidad hicieron lo posible para que todo saliera bien. La canastilla fue algo divino, todo bordado, la cuna y el cochecito lo encargaron a España, bueno, cualquier mujer que sea madre sabe con que ilusión se prepara el ajuar para un bebé tan deseado, y más en la situación particular de nuestra amiga que se creía que no iba a tener hijos ya.
Todo salió muy bien, y nació un bebé precioso, rubio de ojos claros. Mis padres siguieron todo el embarazo y el parto con alegría e ilusión también, de ver la felicidad de sus amigos. Pero por esas cosas de la vida, aquel matrimonio que había durado tantos años tuvo sus primeros tropiezos.
Había una amiga de ella que los visitaba a menudo y  mientras ella se dedicaba a atender a su bebé, él atendía a esa señora, bebían cerveza juntos y conversaban animadamente. La hija de la señora no salía de la casa, loca con el bebé, lo cuidaba y ayudaba en todo en la casa, pues era muy íntima la amistad, ya que eran vecinas cercanas. Esa chica y mi padre fueron los padrinos del bebé, y celebraron el bautizo con una gran fiesta.
Pero pasó algo que le llamó la atención  a ella, ya que un día sorprendió a su marido bebiendo en la misma copa de su amiga y vecina, y aquello no le gustó. El caso fue que empezó a fallar la relación, y él que se había enamorado de la otra, pues decidió terminar el matrimonio enseguida. Son cosas que pasan en la vida, pero lo feo de lo que pasó fue precisamente que cuando llegó ese niño que tanto habían anhelado los dos, fue cuando su relación llegó a su fin.
Esto es una historia común hasta aquí, y le ha pasado a muchas personas, pero lo que la diferencia de las demás, es que ella se enfermó y se volvió loca, hubo que ingresarla en un psiquiátrico con su bebé pequeñito, y no se le quitaba de la cabeza la idea de que él iba a volver con ella. Recuerdo que un día antes de ser ingresada, fue de visita a mi casa  y mi padre tratando de tranquilizarla, le aconsejó que por favor, que se calmara, que cuando llegara a la casa calladita se diera un baño y se acostara, que no lo molestara a él, que seguía viviendo en la casa pero separado de ella.
El caso fue que ella oyó el consejo pero no lo siguió, pues llegó a la casa y él se estaba bañando, entró al baño y le dijo que ella iba a hacer lo que le había aconsejado mi padre, y con la misma empezó a meterle patadas y patadas por sus partes hasta que lo dejó hecho un tirabuzón.
Imagínense ustedes que situación, él pensaba que eso era lo que mi padre le había dicho que hiciera y fue para mi casa rapidísimo y aquella amistad de tantos años se rompió para siempre, porque no quiso oír explicaciones. Fue una pena grande para todos, pues además de perder la amistad, ella cada vez empeoraba hasta que hubo que ingresarla y tenerla varios meses en el hospital, siempre pensando en recuperar a su esposo.
Con el tiempo y la ayuda de Dios se resignó, y crió a su hijo. Al final, la vida le dio la satisfacción de recibir un gran cariño de su hijo, el mismo que el padre nunca recibió. Y como les contaba siempre mi padre comparaba la historia con la de Juana la Loca y Felipe el Hermoso.

sábado, 15 de octubre de 2011

Feliz Día de las Madres para las amigas que lo celebran este día


MI QUERIDO PADRE



Hace mucho tiempo que no escribía para este blog, mi última entrada fue acerca de mi querida madre, a quien tanto echo de menos, y que desde hace trece años no la tengo conmigo.
Hoy quiero escribir de mi querido padre, un ser especial y único. A él no tuve la dicha de disfrutarlo muchos años, pues murió joven, no había cumplido los 55 años cuando nos dejó. Yo en esa época sólo tenía 19 años, los que pude disfrutar de su presencia. Para mí, no sólo fue mi padre, sino un amigo incondicional, que siempre me animó, me ayudó y me dio mucho cariño. Creo que fue la única persona en el mundo que me aceptó tal cual soy, con mis defectos y virtudes. Ya se imaginarán lo que significó en mi vida su pérdida, fue el primer golpe demoledor que recibía, un jueves por la tarde lo vi llegar super contento de su consulta y subir corriendo las escaleras, y ya el sábado amanecíamos  sufriendo por su partida. En dos días mi vida se desmoronó, creo que no puedo decir con palabras lo que aquello significó para mí.
La vida nos dio un vuelco de 180 grados, pues él era muy protector y siempre estaba ocupándose de que no nos faltara nada. En Cuba, ya en esa época, la revolución llevaba 10 años en el poder, y las escaseces eran tremendas, pero mientras mi padre vivió, nunca nos faltó nada, él tenía muchas relaciones y amistades y todo o casi todo lo resolvía. No piensen que me daba todo lo que pedía, porque en eso era muy claro, yo no era una hija malcriada, bueno, un poquito nada más, jajaja. Pero narro esto, porque  fue precisamente con su pérdida que me tuve que enfrentar a la vida. Los numerosos amigos y pacientes que siempre estaban dando vueltas a su alrededor, de pronto desaparecieron, más nunca los volvimos a ver, y los que antes le resolvían a él dificultades cotidianas, también de pronto se les hizo imposible seguir resolviendo esas dificultades. Fue en ese momento cuando la familia nos dimos cuenta de que amigos verdaderos no había muchos, sólo algunos.
Bueno, quiero contarles sobre él, era una persona maravillosa, y eso no lo digo yo solamente, sino muchas personas con las que me he encontrado que aún ahora lo recuerdan bien. Siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, y tenía un carácter muy bueno, simpático y ocurrente. No era un hombre guapo, lo que se dice guapo, sin embargo tenía a las mujeres siempre detrás, por su forma de ser y su carisma. Además era psiquiatra y sabía cómo tratar a las personas.
Su vida no fue una vida regalada, él empezó a estudiar medicina con mil sacrificios, pues mi abuela era maestra y mi abuelo torcedor de tabacos en una fábrica de puros, por lo que eran de la clase trabajadora y no tenían altos ingresos para costear una carrera universitaria. Sin embargo mi padre la hizo, era muy inteligente para todo, para los estudios y para la vida también. En medio de sus estudios, en Cuba cerraron la universidad varias veces, por las luchas estudiantiles en contra del tirano Gerardo Machado. Y en esas temporadas, él trabajaba, primero empezó a trabajar en una fábrica de calcetines que había en la calle donde vivía, en el mismo reparto. Allí llegó a ser jefe de turno, y confraternizó con todos los jóvenes del pueblo que trabajaban allí, por eso lo querían mucho y lo conocía todo el mundo en el reparto. Luego comenzó a trabajar de laboratorista en la Quinta Covadonga, el Centro Asturiano de La Habana, y así por temporadas hasta que se pudo graduar de médico y entonces pasó a trabajar en ese mismo centro en Nerviosas y Mentales y empezó su especialidad de Psiquiatría.
Al principio me contaba que ganaba muy poco, y que los paseos con mi madre eran en tranvía, desde Boyeros donde vivían hasta La Habana, que sólo costaba 20 céntimos en ese momento, qué tiempos aquellos. Luego fue prosperando, y poco a poco se unió además con otros médicos y puso su consulta particular, así que trabajaba de día en la Quinta y por la tarde en su consulta. Años después abrió otra consulta con varios médicos en Boyeros, esa era para la gente del pueblo, mucho más económica. Mientras fui niña, siempre vi como querían a mi padre los vecinos y demás amigos del pueblo. Cada noche, cuando él llegaba de su consulta, había 6 o 7 personas en casa conversando con mi madre y esperando que llegara para plantearle problemas de salud, que por cierto nada tenían que ver con la psiquiatría. Y él a pesar del cansancio de todo un día de trabajo, los atendía amablemente y cada uno salía contento y feliz de allí.
Mientras él vivió, en mi casa todo eran risas y alegría, nos sentábamos a comer y nos reíamos y disfrutábamos muchísimo de ese tiempo en familia. Mi madre siempre fue muy alegre, pero no le era difícil, teniendo un compañero como él que tenía a su lado.
En las fotos que publico, aparecen recortes de periódico de aquella época, que mi abuelo paterno coleccionaba. Esas notas son referentes a mi padre, cuando fue designado como auxiliar de Nerviosas y Mentales. Además un testimonio de gratitud de un paciente para con él, y la obtención de una beca para estudiar en Estados Unidos. Lo publico como testimonio de que era un médico brillante y que por su esfuerzo propio logró ascender y lograr becas, cosa que no era tan fácil de lograr.
Bueno, de él tengo mucho más que contar pero ya va siendo hora de terminar, pues tengo a mi nieta despierta a mi lado y van a ser las 12 de la noche. Pronto publicaré más anécdotas de él con los hermosos recuerdos que guardo de su existencia en mi vida. Hasta pronto.

miércoles, 20 de julio de 2011

Recuerdos de mi Madre

Hoy les voy a contar un poco sobre mi madre. La verdad que era una mujer muy simpática, muy extrovertida y muy ocurrente. Con ella nos reíamos muchísimo y todavía hoy en día lo hacemos recordándola. Ya va a hacer 13 años que se fue, aunque tuve la dicha de disfrutar su compañía  50 años de mi vida.
Era una mujer muy segura de si misma, hablaba mucho y en un tono alto y seguro, y hacía amigos dondequiera que iba.  También tenía un carácter fuerte y dominante, pero su simpatía hacía que eso fuera secundario.
Cuando se casó con mi padre, era una sencilla muchacha de un pueblo de campo, criada en las costumbres de los pueblos del interior de Cuba. Entonces  fue que empezó a vivir en La Habana, la capital.
Uno de los cuentos que me hacía mucho reír era cuando me contaba que un día  siendo yo pequeña, tocaron en la puerta, y Lourdes, que era mi manejadora o nana, fue la que abrió la puerta. Era un señorón de la época, Senador de la República que venía a ver al doctor Martínez de la Cerda.
Imagínense, mi madre, se cohibió y le dijo a Lourdes que le dijera que el doctor no recibía ese día. Luego ella y mi padre se reían  como  bobos, de pensar en que ellos fueran tan importantes que tuvieran días de recibo de visitas. Bueno, el caso es que ella no quería recibir al señorón sola, por timidez propia de una mujer criada como ella en el campo, y desconocimiento de las reglas de cortesía de esa clase social.
Ella le dijo a Lourdes que dijera  que el doctor recibía un día que ella sabía que mi padre no trabajaba por la tarde.
 Y así fue, el Senador vino a traer de regalo a la hija del doctor, una servidora, unas dormilonas, unos pendientes de brillante. Mi padre había curado a la madre de ese señorón y él quería tener un gesto y un detalle con el doctor. Así fue como crecí oyendo hablar de las dormilonas de brillantes legítimos del senador. Me acompañaron toda la niñez, y luego siendo ya adulta y en un período de la vida en que tuve que pasar necesidades fui a venderlas, y resulta que de brillantes legítimos nada, eran fondo de botella blanca.
Bueno, ya les he contado que ella también perdió la audición, pero ya era una mujer adulta, y para ella creo que no fue ningún trauma, pues como tenía el carácter que tenía no se cohibía por nada. Ella conversaba con todo el mundo, y si no oía a alguien, pues no pensaba que era ella, sino que esa otra persona no tenía casi voz. Yo hubiera querido ser igual que ella, pero mis genes son más cercanos a los de mi padre que a los de mi madre.
Cada tarde se sentaba en el portal a darse sillón como decimos los cubanos a balancearnos en un sillón, y todo el mundo que pasaba la saludaba y cambiaba algún saludo con ella. Un día la vi dándole instrucciones a un hombre que yo no conocía, le decía, muy seria:
“ Mire, camine cinco cuadras, doble a la derecha y camine dos más, luego siga recto y camine tres calles más y ahí mismito es.”
Me llamó la atención la seguridad con que le daba la dirección al señor, y pensé si lo habría hecho bien. Le pregunté:
“¿ Mami, qué te preguntó ese hombre? “
La respuesta me dejó con la boca abierta como una O.
“Mija, mira, ni te preocupes, yo que sé lo que él me preguntó, pero lo mandé bien lejos, para que no molestara más”.
Me imagino que podrán darse cuenta de cómo era mi madre con este cuento, la verdad que me reí muchísimo, aunque me dio un poco de pena con el señor.
De ella podría contar mil anécdotas, y lo haré poco  a poco, porque todavía hoy en día mis hijos y yo nos reímos cantidad recordando sus cosas.
Cuando se hizo mayor, por circunstancias de la vida se enfermó de los nervios y ese sentido del humor peculiar que tenía desapareció por un tiempo, para reaparecer en su vejez, cuando con su tratamiento volvió a ver la vida con su misma manera de ser.
Por hoy, creo que ya es bastante con este cuento, volveré con más anécdotas simpáticas de los miembros pintorescos de mi familia. Hasta pronto.

¡Felicidades en el Día de los Amigos!


Aunque ya pasó el Día del Amigo, no quiero que falte en mi blog, una felicitación a todos los que me impulsan a seguir haciendo mis trabajitos con sus visitas diarias. En realidad no sabía que existía el Día del Amigo por Internet, y me sorprendí hoy cuando empecé a navegar y vi tantos mensajes de felicitación.
Así que aquí les mando mi más calurosa felicitación a todos los amigos virtuales, y a los personales con los que cada día me comunico y de los cuales recibo lindos mensajes que me estimulan en mi labor creadora.

¡Felicidades Amigos!

miércoles, 6 de julio de 2011

Mis primeras dificultades y desdichas infantiles


Ayer vi la película El Discurso del Rey, y la verdad que me gustó bastante. Me hizo recordar lo que he luchado en la vida por causa de la sordera.
Les cuento que en mi familia está presente el gen de la sordera, claro, eso se sabe ahora, que se ha adelantado tanto en genética y se conocen muchos detalles. Pero cuando a mi me afectó, no se sabía nada acerca de esos genes ni mucho menos.
Mi madre, que había oído siempre bien, un mal día, con treinta y cinco años,  se enfermó de la garganta y el especialista le recetó Estreptomicina, que era el antibiótico de moda, y lo utilizaban para cualquier infección bacteriana. Al poco tiempo, empezó a perder la agudeza auditiva, y aunque la vieron varios especialistas, nada pudieron hacer. Esa pérdida fue avanzando progresivamente a medida que pasaban los años, hasta que en la vejez, perdió totalmente la audición. Unos años después a Cossette, mi tía abuela, que también había oído siempre bien, la operaron de la vesícula, y le pusieron en el postoperatorio estreptomicina, por lo que se quedó sorda también.
Por mi parte, recuerdo muy bien cómo empezó mi sordera. Yo cursaba segundo grado en el Instituto Edison, y empecé a sentirme mal, como con gripe, seguí yendo a la escuela, pues mi madre era muy estricta y siempre estaba diciendo que uno no faltaba a clases porque se atrasaba. Así estuve más o menos una semana, que me daba fiebre ligera por las noches y al otro día al colegio. Pero una noche, me brotó el sarampión, que era lo que estaba padeciendo, ya ahí sí que me trancaron 15 días en la casa, pero la fase contagiosa ya había pasado , así que cuando regresé al colegio, el aula estaba vacía, gran cantidad de niños estaban con sarampión.
A mí no me dio nada grave, pero cuando ya todo pasó, empecé a notar que no podía entender lo que hablaban mis padres desde lejos. Oía sus voces pero no podía entender lo que decían.
Al llegar al aula, me di todavía más cuenta, pues me quedaba atrás en los dictados, y no podía entender bien lo que la maestra explicaba, así que me empecé  a sentar más adelante, casi en los primeros puestos del aula. Se lo dije a mis padres, pero ellos quisieron restarle importancia, porque pensaron que yo lo hacía por imitar a mi mamá en su sordera, y mi padre, como era psiquiatra, siempre pensando en un posible trauma, quiso restarle importancia al problema.
Así terminé mi segundo grado, con una maestra muy buena, y muy dulce que siempre recuerdo con cariño. A ella le pedí que me pusiera en tercer grado con la maestra del aula de al lado, porque yo oía a los niños riéndose todo el día, y pensé que era una maestra muy buena y simpática. Lo que yo no oía era por qué los niños se reían. Recuerdo que un día, se abrió la puerta que comunicaba las dos aulas, y cayó un niño con su pupitre hacia mi aula. Yo le pregunté a mi maestra que le había pasado, que como ese niño se había caído, y ella nos dijo que no sabía. Pero claro que lo sabía bien, porque ella quiso quitarme la idea de ir para esa aula, pero yo seguía en mis trece. Hasta entonces, era una niña segura de mi misma, y todavía la sordera no me había hecho ser retraída ni sufrir por ello.
Bueno, les cuento, la experiencia más amarga de mi vida infantil, ya que tuve una infancia muy feliz, aparte por supuesto de la desgracia que supuso perder la audición. Mi pérdida también era progresiva, poco a poco perdía la agudeza y se me hacía imposible entender lo que oía. A mí también me habían puesto Estreptomicina, y pensaban que era producto de ello. Aún hoy en día tengo la duda de si perdí el oído por el sarampión o por la Estreptomicina. Resulta que empecé el tercer grado con la maestra que yo creía tan simpática, y pronto me di cuenta de que los niños se reían burlándose del niño que ella escogía para hacerlo el mono del curso.
Y por desgracia ese año, el mono fui yo. Un día como otro cualquiera, ella que no sabía cómo cogerla conmigo, pues era muy buena estudiante de sacar 100 en casi todo, y de tener el primer lugar del aula siempre, además de ser muy disciplinada, y una niña dócil y obediente, ese día hizo sus planes.
Lo recuerdo como si fuera hoy, porque dicen que esas cosas dejan marca para toda la vida, y doy fe de ello, porque yo nunca lo he olvidado. Ella me pidió la libreta de Estudios de la Naturaleza, mirándome desafiante, y la guardó en su gaveta sin mirarla siquiera. Acto seguido, dijo: Abran la libreta de Estudios de la Naturaleza, que les voy a dictar. Entonces, yo tímidamente, le pedí que me la devolviera para poder escribir, y ella no me contestaba ni me hacía caso. Pero, como yo sabía tomar decisiones desde pequeña, porque así me enseñaron, pues abrí otra libreta y me puse a escribir lo que ella dictaba. Cuando ella me vio escribiendo, enseguida vino a mi lado, y me gritó preguntándome que yo estaba haciendo, le dije que copiando lo que ella dictaba y me dijo que dónde, porque mi libreta la tenía ella. Entonces le contesté que por eso lo estaba haciendo en otra libreta, porque ella no me hacía caso cuando yo se la pedía, para después en mi casa pasarla a la libreta de Estudios de la Naturaleza. Ahí mismo se descompuso toda, y empezó a decirme gritando:  Mira, yo por buena, por inteligente y por estudiosa te doy 100 puntos, pero por idiota te quito 200. Ya saben, enseguida comencé a oír las risas que tanto me habían gustado cuando estaba en el aula de al lado, pero que ahora era el primer golpe demoledor en mi infancia. Me estaban humillando sin motivo, de gratis, sólo por caerle mal a la maestra.
Ese día, no sé como aguanté hasta la hora de salida, porque como me estaba convirtiendo en una niña introvertida y acomplejada por mi pérdida auditiva, ni una lágrima derramé.
Era un viernes, fíjense como me acuerdo de todos los detalles hoy en día, 54 años después, y recuerdo que era viernes, pues ese día era el que mis padres usaban para salir ellos solos, y cuidar su relación de pareja. Cada viernes, salían a cenar, al cine o a bailar, y yo iba para casa de mi abuela hasta por la noche que ellos me recogían. Como cada tarde, al salir del colegio, me fui para la casa con el padre de un amigo que vivía en mi mismo barrio, y llegando a casa nos cruzamos con mis padres que iban para su salida semanal. En cuanto los vi, ya no pude aguantar más y empecé a llorar como una magdalena, es ése sentimiento reprimido que cuando uno ve a los seres que más quiere estalla como una bomba. Bueno, les hice el cuento, y nos despedimos, me dijeron que no pasaba nada, que no le hiciera caso a la maestra, y que fuera para casa de mi abuela que ellos después me iban a buscar.
Después me enteré, que esa semana no tuvieron salida, después de nuestro encuentro fueron directo para el colegio, y allí pidieron hablar con la Directora, que era hermana de mi cruel maestra. Eran todos los hermanos dueños del colegio, y por tanto la queja era más delicada aún. Pero mi padre, psiquiatra infantil, supo tocar las cuerdas adecuadas, porque el comportamiento de la maestra, además de cruel, era totalmente antipedagógico y no sé qué pasó, porque no me hicieron muchos comentarios. Lo único que sé, es que al otro día, la maestra se vio obligada a darme una satisfacción, me pidió el álbum de costura y se lo mostró a toda el aula, diciéndole que estaba muy bonito, y que yo era muy curiosa y prolija en mis labores. Claro que eso fue de dientes para afuera, porque ella siguió sin tragarme, y después de que le llamaron la atención, mucho más, y yo a ella no la podía ver, aún muchos años después la recuerdo con desprecio. Sé que esto es exagerado, pero yo soy rencorosa y el daño que me hizo no fue poco. Porque creo que lo que más me marcó fue que ese curso completo lo pasé sin tener amigas, algo muy duro a los 9 años de edad.
Recuerdo que como me rechazaban por ser la idiota del aula, me pegué a una niñita, buscando su amistad, y le pedía que me esperara para salir juntas al recreo, hasta un día que la niñita me dijo: ¿Que he hecho yo, Dios mío, para que me caiga esto arriba? Entonces me eché atrás, y más nunca me acerqué a ella. Es curioso, porque si no olvidé nunca lo de la maestra, lo de esta compañerita si lo olvidé totalmente, y hace pocos años lo recordé, y me di cuenta que quizás por eso me demoro en hacer amistades, aunque cuando las hago son reales y verdaderas para toda la vida.
Ese curso de tercer grado para mí fue un infierno, fue el único grado en que no cogí premio, la maestra no me dejó entrar al Cuadro de Honor del aula, y lo único que no me pudo quitar fue la Legión de Honor de final de curso por las notas que había sacado. Cuando mi madre me compró un regalo para que se lo llevara a la maestra, yo se lo llevé a la del año anterior, a la de segundo grado, y cuando ella vio aquello y yo le dije que mi maestra era muy mala conmigo, me dijo:” ¿Lo ves? Yo no quería que tú fueras al aula de ella por eso”.
Pero así terminé el tercer grado, y comencé el cuarto, donde si fui muy feliz, con una maestra joven, muy dulce y muy cariñosa, luego en quinto, tuve otra, que también fue mi amiga y la de todas mis compañeritas, que compartía con nosotros alegrías y tristezas, y más tarde en sexto grado tuve una buenísima, a la que le cogí muchísimo cariño, y que nunca olvidé. Terminé el sexto grado con un promedio de 100 puntos, y cuando loca de alegría me iba ya de salida del colegio, me topé con la maestra de tercer grado, ella me paró y me preguntó que por qué iba tan contenta, y yo le expliqué por qué. Pues se rió socarronamente y cuando yo seguí, y ella pensaba que ya no la veía le hizo un signo de dinero a otra de la oficina, como de que mis padres tenían dinero y por eso me daban 100 puntos, ya saben, ahora con 12 años, lo que me dieron ganas fue de torcerle el pescuezo, pero no le dije nada a mi papá para evitar cualquier problema adicional.
Ese fue mi último año en el Edison, pues intervinieron la escuela, con la Revolución y como yo vivía lejos de allí, me pasaron a la escuela secundaria del barrio.
Como ya les he contado bastante, y además me siento aliviada al escribir esto, porque con la vida he aprendido que compartiendo las cosas uno aprende que no eran tan importantes, voy a terminar, dejando para otra entrada como fui superando todos los obstáculos que se me iban presentando por mi minusvalía. ¡Hasta pronto!

domingo, 3 de julio de 2011

Gallegos y Cubanos, Amigos Cercanos


Desde que llegué a Asturias, siempre he oído un dicho: “Gallegos y Asturianos, primos hermanos”. Pues bien, hoy lo voy a parafrasear “Gallegos y Cubanos, amigos cercanos”.
Ayer pasamos un día muy bueno, aprovechando las vacaciones de mis hijos, nos dimos una escapadita hasta A Coruña, donde vive un amigo de la infancia de mi yerno, que él quiere mucho, como un hermano, y nosotros también, por ser muy buena persona, muy cariñoso y atento. Además el viaje tenía un motivo prioritario, ir a ver a una amiga de mi hija cubano-española que estaba allí de paso, y a la que no veía hace unos cuantos años, desde que mi hija vino para España. Ella parte el martes para Cuba y no quería irse sin ver a mi hija. La verdad que disfrutamos mucho su compañía, “cubanicheamos” bastante. Esta palabrita es un invento mío, que viene de confraternizar con un cubano.
No piensen que no estoy integrada a la vida de España, aquí me siento muy bien, y es mi segunda Patria, pero hay algo de mi querida Cuba que si extraño, lo abiertos que somos los cubanos, lo compartidores y buenos amigos en tiempos malos y buenos.
En los tiempos buenos, para las fiestas y la alegría, en los tiempos malos, para tender siempre una mano y acompañar al amigo en su desdicha, eso sí que no se puede negar. Si un cubano pasa cerca de casa de un amigo, aunque no tenga planificada la visita, no deja de entrar a tomarse un buchito de café con él, y por supuesto es bienvenido cada vez que lo hace.
Esa no es costumbre de los españoles, que por lo general no invitan a los amigos a su casa, sin embargo ayer fuimos muy bienvenidos en casa del amigo de mi yerno, que está casado con una chica gallega encantadora en su trato y su forma de ser, por su sencillez y sinceridad. Visitamos a los padres de ella, y conocimos a su abuelita, una señora muy entusiasta en los 80, que conserva toda su lucidez mental.
Disfrutamos una taza de café en su casa, que lo mejor que tuvo fue el compartir con ellos una conversación agradable y de amigos.
Luego paseamos con gusto por esa linda ciudad, para conocerla un poco más, porque aunque la hemos visitado varias veces, siempre conocemos algo nuevo. Este viaje fuimos a una parte como una isla, rodeada de mar por los dos lados, pero unida a tierra, bueno, no diría una isla, sino una península o algo así, el mar era un plato de tranquilo, y si no fuera porque sé lo frío que es el Mar Cantábrico, me hubiera imaginado estar en las playas de Cuba.
Quedaron en devolvernos la visita pronto, así que los estaremos esperando. Aquí les dejo algunas fotos de este paseo.

martes, 28 de junio de 2011

Boda en La Casa de San Diego del Valle


Como les conté anteriormente, el mensaje de mi nueva amiga me motivó a seguir escribiendo y me dispongo a hacerlo entusiasmada.
Hace un tiempo recibí una foto de mi querida tía Viquita, como yo le decía. Me la mandó su hijo, mi primo Mario. En esta foto hay una bella y joven mujer en el día más feliz de su vida, el de su boda con el hombre que fue el gran amor de su vida.
La historia de mi tía tiene un poco de novela, y es lo que quería contarles. En la foto aparezco yo con 9 años, y con una cara de sueño y cansancio de película, parece que ya había corrido, jugado y gozado cantidad cuando tomaron la foto del cake o de la tarta como dicen en España.
Esta historia novelesca, la conocía por los relatos de la familia, porque de ella nunca escuché nada, no sé por qué, porque no era una mujer reservada, sino conversadora y alegre, pero nunca la oí hablar de su amor, su desengaño y su fidelidad a su primer y único novio.
Desde niña creo, ella estaba enamorada de él, pues era muy amiga de sus hermanas, y en un pueblo pequeño suele pasar eso, bueno, en las ciudades también. ¿Qué chica no se ha enamorado nunca del hermano guapo de una amiga?.
Cuando se hizo una jovencita empezó a noviar con él, y con toda ilusión a confeccionar su ajuar de boda como se hacía en aquella época. Mi madre y ella a la par.
 Por necesidad de su trabajo, él se fue a trabajar a la ciudad de Santa Clara, y ella quedó en el pueblo. La misma situación que la de mi madre, ella en su pueblo y mi padre en La Habana estudiando, se escribían a diario y se visitaban dos o tres veces al año.
Pasaron los años, mi madre se casó, y fue a vivir a La Habana, en casa de mis abuelos paternos y un día recibió la noticia de que  las relaciones de mi tía y su novio se habían roto, pues él tenía un nuevo compromiso en su lugar de trabajo. 
Mi tía, podrán imaginarse sufrió mucho, y mis padres la llevaron para La Habana a pasarse una buena temporada, viajó a Miami con mi padre, creo que yo era un bebé y por eso mi madre no fue en este viaje, y así se fue recuperando poco a poco.  Viquita tuvo muchos enamorados, amigos de mi padre, que eran médicos y abogados y que le tiraban los tejos continuamente, pero ella a ninguno le hizo caso.
Siempre recuerdo cuando íbamos a San Diego que cada noche antes de ir a dormir, ella rezaba un rosario, y yo en mi fantasía de niña pensaba y le comentaba a mi mamá que ella rezaba porque su amor volviera. No sé si era verdad o no, porque ella cuando yo lo comentaba se reía y no decía nada, pero para mí así era.
Un día llegó él de nuevo al pueblo, después de varios años fuera, y se puso a construir una casa pequeña y muy coqueta en los terrenos que eran propiedad de su familia, al fondo de la casa de las hermanas.  En una visita de ella a sus íntimas amigas él se le acercó y le dijo que la casa que estaba construyendo era para ella. Que se iban a casar y a vivir allí.
 Bueno, eso es lo único que les puedo contar, y creo que fue lo único que oí salir de la boca de mi tía respecto a su relación. Ella no le hizo caso, pues ya con una desilusión era suficiente, pero creo que en su interior, estaba llena de felicidad y esperanza.
Esta vez, él no la defraudó, en cuanto estuvo la casa, habló con mi abuela, y se preparó la boda. Hicieron una boda muy bonita, yo la veía como un cuento de hadas, ella lucía muy hermosa, y su cara era la viva estampa de la felicidad, al fin se había casado con el hombre que ella amaba, el único que deseaba para ella. Esta foto me ha hecho revivir todo esto que les cuento, porque sé que amores así no existen hoy en día, por lo menos yo no creo que existan.
Y le puedo asegurar a mi primo querido que él es fruto del amor más grande que ha sentido una mujer por un hombre, desde la historia de Romeo y Julieta, si señor.