La Habana, mi linda Habana

La Habana, mi linda Habana

jueves, 18 de febrero de 2010

La casa del valle

 Mis 10 años fueron celebrados en la "casa del valle", a destacar los tabiques de madera de las paredes.

Hoy se me ha ocurrido escribir acerca de mi familia materna. En verdad era una familia muy típica cubana de un pueblo del interior del país. Mi abuelo materno era de una familia asturiana de apellido Cué, pero él mismo había nacido en Jaruco, un pueblo de la provincia Habana. Mi abuela era natural de Esperanza, en la provincia de Las Villas. Ambos se conocieron cuando él fue a trabajar de médico al pueblo donde vivía mi abuela, que era San Diego del Valle, cerca de Esperanza.
Es precisamente ese pueblo el que recuerdo en mi niñez como un lugar lleno de alegrías para mi. Mi abuela y su hermana tenían nombres rimbombantes, muy propios de personajes de novela: Aurora de las Mercedes, y Carmen María de la Paz, respectivamente. Pero nunca fueron conocidas por ese nombre, eran para la familia y para todo el pueblo, solo Peché y Cosete. Mi abuela tuvo tres hijos, el primero, Gustavo Isacc, luego mi madre, Dora María Caridad, y después la otra hija Olga Regina. Mi tío Gustavito, como era conocido por todos era el mayor. A mi madre le decían Dora, pero mi tía Olga nadie la conocía sino era por Vica. Como ven esos nombres de novela no cumplían ningún cometido, solo aparecían en los papeles legales.
Mi tío Gustavito era el telegrafista de San Diego, y por eso le adjudicaron la vivienda destinada al responsable del correo. Era esa vivienda, la que llamo "la casa del valle". Para mi era muy querida ya que la visitaba dos o tres veces al año, en las vacaciones de verano, por año nuevo y en semana santa, casi siempre. Era un caserón de madera, con techo de tejas, y en la época de mi niñez ya era una edificación centenaria. Las paredes interiores eran tabiques que no llegaban al techo, y con rendijas entre una tabla y otra. Tenía 4 habitaciones grandes, una sala, un comedor, un patio techado donde estaba la cocina y otro al final lleno de flores donde estaba el pozo de agua y el baño, fuera de la casa. Se me olvidaba nombrar el portal, la casa hacía esquina, y estaba construída en bloque con varias casas más y el correo, solo separadas por una pared de madera, el portal de todas estaba unido, dándole vuelta a la esquina y siguiendo por la otra calle.
Al principio el baño era un excusado o letrina, usado corrientemente en el campo en Cuba. Pero con el pasar de los años lo hicieron moderno, con ducha y un inodoro o váter, aunque se mantenía fuera de la casa. Mi madre siempre me bañaba en un platón, dentro de la casa, que era como una palangana pero lo suficientemente grande para que un adulto pudiera bañarse en ella. Para mis necesidades siempre tenía un orinal, y este atraso me maravillaba, cosas que tienen los niños.
En esta casa tenían animales a granel,una cotorra, tres perros, dos gatos. El perro más famoso se llamaba Felipito, y la cotorra que hablaba muchísimo, le decía: Felipitoooooooo, ven, viejo, ven. Y lo repetía constantemente. Cuando tocaban a la puerta, la cotorra siempre decía Vaaaaaa. La pobre vivió muchos años, hasta que tuvo la mala suerte de caerse del palo donde vivía y se la comió un gato.
Felipito también fue longevo y su muerte la lloraron como la de un familiar. De los gatos no tengo mucho que contar, solo que me arañaron una vez y creo que los echaron de la casa.
La familia era grande, muy unida, y gente muy simpática de muchos amigos. Las tertulias en el portal eran hasta altas horas de la noche, haciendo cuentos, y venían visitas de todo el pueblo.
Yo me dormía tardísimo, pues en las visitas venían incluídos los niños y jugábamos hasta tardísimo en el portal. Claro que caía rendida después de jugar a "los escondidos", al "arroz con leche", "a la rueda,rueda", y muchos juegos típicos de los niños de Cuba en esa época.
Mi abuela era maestra de escuela rural, y trabajaba en Cifuentes, en una finca llamada La Juanita. Cada vez que visitábamos San Diego la familia entera iba a La Juanita a ver la escuelita de Peché y a visitar a la familia dueña de la finca que eran muy amigos. A mi nunca me ha gustado mucho el campo, prefiero la playa, pero allí la pasaba de maravilla. No quiero decir en La Juanita, sino en San Diego, donde tuve muy buenas amiguitas, en especial una que se llamaba Lourdes y cuya amistad disfruté hasta que fuimos adultas y ya no visité más el pueblo de mi madre.
Pienso que toda esta familia tenían antecedentes españoles, porque los apellidos no eran los comunes en Cuba. Mi abuelo se llamaba Isaac Gustavo Cué y Elorza y mi abuela Aurora de las Mercedes Alvarez de la Campa e Illance. Los de mi abuelo son típicos asturianos, los de mi abuela ni sé de donde serán.
La tía de mi madre no tuvo hijos, y yo la llamaba Cotete, trabajaba en la oficina de Sanidad del pueblo. Según los cuentos de mi madre, tuvo un único novio que se casó con ella después de un noviazgo super largo. Imagínense que a mi madre y su hermana cuando eran niñas las ponían a jugar delante de los novios para que los cuidara y no hicieran cosas incorrectas, y mi madre se casó primero que ella. Entonces no es de extrañar que no tuviera hijos pues el esposo era un español mucho mayor que ella y el matrimonio duró poco tiempo, al morir él. Sin embargo, no fue una viuda amargada ni mucho menos, era alegre como un cascabel y acogió a los tres sobrinos como hijos propios. Más nunca se volvió a casar, aunque pudo haberlo hecho, pues era una mujer bonita.
Tengo anécdotas de cuando todos nos reuníamos, pero las dejaré para otro día, porque creo que ya he escrito lo suficiente para no cansar a nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario